Cuando Kamala Harris y Donald Trump, los dos candidatos a la presidencia de Estados Unidos, entraron en el escenario del debate del pasado martes, la primera le ofreció la mano al líder republicano, estableciendo un tono de confianza que no decayó a lo largo de la sesión.
Trump, que parecía cada vez más enfadado según transcurría el debate, insistió en sus trillados temas sobre el declive de Estados Unidos y recordó a los espectadores que Harris forma parte de la administración Biden, a la que culpa de ese declive.
Cada candidato ganó probablemente puntos entre sus partidarios, pero la cuestión de si convencieron a los votantes indecisos quedará clara cuando se cuenten las papeletas el próximo 5 de noviembre.
The Conversation ha pedido un análisis de urgencia a dos académicos estadounidenses, el sociólogo de la Universidad de Miami Rodney Coates, experto en raza, y Lee Banville, director de la Escuela de Periodismo de la Universidad de Montana. Estas son sus conclusiones.
“El pueblo estadounidense quiere algo mejor”
Rodney Coates, Profesor de Estudios Étnicos y Raciales Críticos, Universidad de Miami
Desde el inicio del debate presidencial, Kamala Harris dejó clara su visión de una sociedad más justa, al tiempo que desafiaba directamente las controvertidas opiniones de Trump sobre el aborto, la inmigración y el sistema legal estadounidense.
Harris dijo tener “una visión que consiste en levantar a la gente y no en golpearla”.
La exfiscal utilizó repetidamente las propias palabras de Trump y su comportamiento en el pasado para atacar su caótica primera administración. En respuesta, Trump recurrió a ataques personales, llamando a Harris “la peor vicepresidenta de la historia de nuestro país”, y dijo que ella solo acataba las ideas de su jefe, el presidente Joe Biden.
Pero tras escuchar las frecuentes invectivas de Trump contra Biden, Harris finalmente estalló:
“Usted no se presenta contra Joe Biden, se presenta contra mí”.
Desde que Biden abandonó la carrera en julio de 2024, Trump ha descrito a Kamala Harris como alguien con “un bajo coeficiente intelectual”, “tonta como una piedra”, “débil” y “perezosa”.
Esta vez, durante la mayor parte del debate, Trump eludió esta línea de ataque, aunque no pudo evitar repetir el mito desacreditado de que los inmigrantes haitianos en Ohio estaban matando y comiendo mascotas. Pero cuando se le preguntó por la identidad racial de Harris, dijo que no le importaba lo que ella fuera.
“Leí que no era negra, luego leí que era negra… eso depende de ella”.
Los críticos han acusado a Trump de poner los ataques racistas en el centro de su estrategia de campaña.
Harris señaló que la sociedad estadounidense no tolerará una estrategia tan racialmente divisiva.
“Es una tragedia, Trump ha intentado sistemáticamente a lo largo de su carrera utilizar la raza para dividir al pueblo estadounidense…. Creo que el pueblo estadounidense quiere algo mejor que eso”.
Lo que la gente quiere
Lee Banville, Profesor y Director de la Escuela de Periodismo de la Universidad de Montana
A menudo, los espectáculos de la política estadounidense como el debate entre Harris y Trump se reducen a algún momento memorable, un golpe retórico que debilita a un oponente, un error no forzado que condiciona una campaña durante semanas. Sin ir más lejos, los primeros 30 minutos de la actuación de Biden en su debate de junio con Trump son sólo el último de una larga lista de momentos cruciales que pueden echar por tierra una campaña.
Pero ¿cuándo una frase torpe puede derivar en crisis política o el desliz de un candidato puede traducirse en una pérdida de votos?
Uno de esos momentos críticos podría ser cuando Trump se felicitó por la derogación del derecho al aborto, que puso fin a una protección constitucional de medio siglo, tras el caso Roe contra Wade. Trump defiende que las decisiones sobre la interrupción del embarazo queden en mano de los estados:
“Todos los juristas, todos los demócratas, todos los republicanos, liberales, conservadores, todos querían que esta cuestión se devolviera a los Estados donde la gente pudiera votar. Y eso es lo que ocurrió”.
Harris se detuvo en una parte de esa frase: “lo que la gente quería”. Y le recordó:
“¿De modo que esto es lo que la gente quería? ¿Mujeres embarazadas que quieren llevar a término un embarazo y sufren un aborto espontáneo, a las que se les niega la atención en una sala de urgencias porque los profesionales sanitarios temen que puedan ir a la cárcel mientras ella se desangra en un coche en el aparcamiento? Ella no quería eso. Su marido no quería eso. ¿Una superviviente de incesto de 12 o 13 años obligada a llevar un embarazo a término? Ellas no quieren eso”.
En ese momento, Harris dio en el clavo de un tema importante de la campaña, un tema que ya estaba presente en la mente de los votantes. Es el tipo de mensajes que suele resonar mucho después de que concluya un debate.
Ahora los estadounidenses se sentarán a ver cómo analizan los medios de comunicación y las redes sociales el intercambio de golpes en el tema del aborto. ¿Activará a más votantes femeninas a apoyar la candidatura de Harris o el tema se diluirá en un mar de cuestiones económicas y política de inmigración?