Mike Tyson es una fuente inagotable de historias y anécdotas que podrían llenar unos cuantos tomos. La vida del nacido en Brooklyn parece escrita escrita por un guionista de Hollywood.
Desde sus comienzos en el deporte de los puños, cuando en 1986 pasó a la historia al vencer al jamaiquino Trevor Bervick y convertirse en el campeón mundial de los pesos pesados más joven de todos los tiempos, Mike vive sus días inmerso en el exceso y la exposición mediática.
En la década del 90, el apogeo de su carrera boxística, fue noticia por los lujos excéntricos que se daba con el dinero que ganaba en cada bolsa de sus recordados combates. Mansiones, mujeres, trajes adquiridos a los mejores diseñadores del mundo y una mascota festiche: una tigresa de bengala.
En 1992, Tyson fue a prisión condenado por violación de una estudiante universitaria de 18 años. En la cárcel entabló amistad con un famoso traficante de autos. Este hombre le propuso un negocio: intercambiar autos de lujos por crías de animales exóticos. Cuando salió en libertad, en 1995, Mike encargó tres cachorros de tigres de bengala.
En el año 2017 contó en una entrevista que llegó a gastar 4 mil dólares anuales en el mantenimiento de las crías. Cuando crecieron, se desprendió de dos cachorros. En su propiedad quedó una tigresa a la que bautizó como Kenya.
“Pesaba alrededor de 550 libras (en torno a 250 kilos), y yo sentía mucho afecto por ella. Dormía con ella, la mantenía dentro de mi habitación”, contó el año pasado en diálogo con la revista GQ.
La relación con Kenya se desarrolló como la de cualquier hombre o mujer con su perro o gato. Las revistas y los canales de TV buscaban la foto de Tyson con su mascota. Otra vez en libertad, su exposición mediática volvía a estar en auge.
Kenya se hizo adulta y entonces la relación fue insostenible. Tyson se había encariñado, pero ya no podía mantenerla en el patio de su mansión.
“Había envejecido mucho y tuve que desprenderme de ella cuando sus ojos y su cabeza comenzaron a empeorar. Así fue como le arrancó el brazo a un veterinario”, contó.
Hoy, a los 53 años, Tyson vive un estilo de vida completamente distinto a aquel que llevaba cuando estaba en el esplendor de su carrera deportiva. Recientemente reveló que al mirar atrás le cuesta reconocerse en ese “animal salvaje, esa máquina de matar”.
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