La atleta argentina Paloma Giordano tiene una historia impactante que la acompaña desde que era una niña. Según esta joven esquiadora acuática su abuelo muerta intenta comunicarse con ella a través de mensajes paranormales que le viene enviando desde su más temprana edad.
Tal como se lo contó al sitio Infobae en una reciente entrevista, Giordano recuerda que el inicio de esta historia se dio en un cementerio de la ciudad bonaerense de La Plata.
Esa mañana, al ingresar al camposanto, corrió sin motivo por entre los pasillos del lugar hasta detenerse frente a una tumba. Carlos, su padre, la alcanzó y constató vio la niña se había frenado delante del nicho en el que reposaban los restos de su propio padre, es decir el abuelo de Paloma. Alberto murió antes de que ella naciera. No había manera de que supiera quién era el que estaba enterrado en ese sitio. Nunca antes había entrado a un cementerio.
“Suponemos que mi abuelo nos está cuidando. Una noche mi papá no estaba y yo estaba durmiendo con mi mamá. Ella sintió como que alguien la despertó y vio a un desconocido que quería entrar en la casa. Ella cree que fue el Tata, porque ni bien se despertó puso la alarma y la persona que estaba intentando meterse se escapó de inmediato”, contó Paloma.
Esa supuesta relación paranormal se intensificó cuando el padre de Paloma se mudó junto a su familia a una casa que había sido construida por Alberto.
El padre de Paloma, al constatar una serie de episodios extraños, llamó a un exorcista. La familia había sido testigo de cómo se abrían puertas de armarios, cómo se encendían artefactos electrónicos que estaban desenchufados. Percibían una presencia en la casa.
El especialista que llegó para asistirlos confirmó sus pechas. Determinó que los inquilinos anteriores habían jugado a la Ouija y que el portal no se había cerrado. Según su testimonio, en la vivienda había tres espíritus que intentaban comunicarse con ellos.
“Me acostumbre a vivir con el miedo”, dice la joven que, a los 17 años, es una de las grandes promesas del esquí acuático latinoamericano.
“Una noche sentí que alguien se había acostado al lado mío. Cuando me di vuelta, allí no había nadie. Cuatro años más tarde, el día de las inundaciones en La Plata, mi prima Clara se quedó en casa y le pasó lo mismo. Sintió el peso del cuerpo de alguien y cuando creyó que era mi tía, se dio cuenta que estaba sola”, relató.
Lo peor ocurrió en el último cumpleaños de su abuela materna. Paloma y su primo advirtieron la presencia de una persona ajena a la familia: “Estábamos en un patio chiquito que se conecta con el quincho y con mi primo vimos que pasó alguien. No pudimos distinguir si era un hombre o una mujer, pero era una persona adulta”.