El pasado miércoles 2 marzo de 2022, los católicos y cristianos en el mundo iniciaron su preparación para vivir la Cuaresma, y recibir la Semana Mayor, y con ella la Pascua del Señor.
Este periodo de 40 días, que es una analogía de los cuarenta días del diluvio, de los cuarenta años de peregrinación del pueblo judío por el desierto en busca de la tierra prometida, de los cuarenta días de Moisés y de Elías en la montaña, de los cuarenta días que pasó Jesús en el desierto antes de comenzar su vida pública, y de los 400 años de esclavitud a la que fue sometida la comunidad israelita por los egipcios, terminará el jueves 14 de abril, cuando la iglesia de Dios conmemore el inicio del Triduo Pascual con la celebración de la última cena de Jesús y sus 12 discípulos, justo a las 3:00 de la tarde del Jueves Santo.
La Cuaresma termina el jueves 14 de abril a las 3:00 p.m.
Ahora bien, estando en la Semana Santa, si no te preparaste para el arrepentimiento y la conversión, para en adelante llevar una vida en Cristo, aun estas a tiempo de hacerte una autoevaluación, y como dice el arzobispo de Monterrey y presidente de la Conferencia del Episcopado Mexicano, Mons. Rogelio Cabrera López, “realizar un sincero examen de conciencia” y asistir “con humildad” al sacramento de la Confesión.
El diacono, a través de un mensaje que emitió en un video recientemente, explicó a los creyentes que la confesión y el acercamiento con nuestros seres queridos, puede enderezar el camino fallido, y demarcar un nuevo vivir. “Encontraremos, si de verdad estamos arrepentidos, la absolución de nuestras faltas y la oportunidad de volver a empezar. La justicia tiene que ver con la verdad y la verdad comienza reconociéndola en nosotros mismos”, expresó.
“Todos tenemos derecho a una nueva oportunidad para demostrar cómo sí podemos salir adelante, superando todo aquello que, por debilidad o ignorancia, haya sido causa de distanciamiento o de disgusto”, finalizó.
¿Cuál fue el mensaje del Papa Francisco para la Cuaresma del 2022?
Algunos apartes del mensaje de cuaresma del 2022 enunciado por el Papa Francisco, cuyo tema fue “No nos cansemos de hacer el bien, porque, si no desfallecemos, cosecharemos los frutos a su debido tiempo. Por tanto, mientras tenemos la oportunidad, hagamos el bien a todos” (Ga 6,9-10a)
• La siembra y la cosecha En este pasaje el Apóstol evoca la imagen de la siembra y la cosecha, que a Jesús tanto le gustaba (cf. Mt 13). San Pablo nos habla de un kairós, un tiempo propicio para sembrar el bien con vistas a la cosecha. ¿Qué es para nosotros este tiempo favorable? Ciertamente, la Cuaresma es un tiempo favorable, pero también lo es toda nuestra existencia terrena, de la cual la Cuaresma es de alguna manera una imagen [1]. Con demasiada frecuencia prevalecen en nuestra vida la avidez y la soberbia, el deseo de tener, de acumular y de consumir, como muestra la parábola evangélica del hombre necio, que consideraba que su vida era segura y feliz porque había acumulado una gran cosecha en sus graneros (cf. Lc 12,16-21). La Cuaresma nos invita a la conversión, a cambiar de mentalidad, para que la verdad y la belleza de nuestra vida no radiquen tanto en el poseer cuanto en el dar, no estén tanto en el acumular cuanto en sembrar el bien y compartir.
• No nos cansemos de hacer el bien: La resurrección de Cristo anima las esperanzas terrenas con la «gran esperanza» de la vida eterna e introduce ya en el tiempo presente la semilla de la salvación (cf. Benedicto XVI, Carta enc. Spe salvi, 3; 7). Frente a la amarga desilusión por tantos sueños rotos, frente a la preocupación por los retos que nos conciernen, frente al desaliento por la pobreza de nuestros medios, tenemos la tentación de encerrarnos en el propio egoísmo individualista y refugiarnos en la indiferencia ante el sufrimiento de los demás. Efectivamente, incluso los mejores recursos son limitados, «los jóvenes se cansan y se fatigan, los muchachos tropiezan y caen» (Is 40,30). Sin embargo, Dios «da fuerzas a quien está cansado, acrecienta el vigor del que está exhausto. […] Los que esperan en el Señor renuevan sus fuerzas, vuelan como las águilas; corren y no se fatigan, caminan y no se cansan» (Is 40,29.31). La Cuaresma nos llama a poner nuestra fe y nuestra esperanza en el Señor (cf. 1 P 1,21), porque sólo con los ojos fijos en Cristo resucitado (cf. Hb 12,2) podemos acoger la exhortación del Apóstol: «No nos cansemos de hacer el bien» (Ga 6,9).
• Si no desfallecemos, a su tiempo cosecharemos: La Cuaresma nos recuerda cada año que «el bien, como también el amor, la justicia y la solidaridad, no se alcanzan de una vez para siempre; han de ser conquistados cada día» (ibíd., 11). Por tanto, pidamos a Dios la paciente constancia del agricultor (cf. St 5,7) para no desistir en hacer el bien, un paso tras otro. Quien caiga tienda la mano al Padre, que siempre nos vuelve a levantar. Quien se encuentre perdido, engañado por las seducciones del maligno, que no tarde en volver a Él, que «es rico en perdón» (Is 55,7). En este tiempo de conversión, apoyándonos en la gracia de Dios y en la comunión de la Iglesia, no nos cansemos de sembrar el bien. El ayuno prepara el terreno, la oración riega, la caridad fecunda. Tenemos la certeza en la fe de que «si no desfallecemos, a su tiempo cosecharemos» y de que, con el don de la perseverancia, alcanzaremos los bienes prometidos (cf. Hb 10,36) para nuestra salvación y la de los demás (cf. 1 Tm 4,16). Practicando el amor fraterno con todos nos unimos a Cristo, que dio su vida por nosotros (cf. 2 Co 5,14-15), y empezamos a saborear la alegría del Reino de los cielos, cuando Dios será «todo en todos» (1 Co 15,28).
Finalizó el sumo pontífice invitando en esta Cuaresma a la conversión, a cambiar de mentalidad, para que la verdad y la belleza de nuestra vida no radique tanto en el poseer y que no estén tanto en el acumular, sino en sembrar el bien y compartir a los demás.
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